Desde la década de 1990, críticos y curadores se han puesto de acuerdo en la idea de que el arte participativo es la versión actualizada del arte político. Se trata de una forma de creatividad al servicio de la comunidad, trabajando para creación de vínculos y espacios de encuentro creativo. Podríamos situar estas prácticas en lo que se ha dado en llamar arte comunitario (Dubatti y Pansera,2006), con origen en los planteamientos de los años setenta que integraron dos tendencias clave:
– la idea de que el significado del arte debe encontrarse en el contexto (físico o social) y no en el objeto autónomo y
–  el nuevo interés por el público y por las formas de implicarlo en la obra (Palacios, 2009).
Se trataría de llegar con el arte allí donde los abordajes sociales y políticos convencionales no llegan.

Teniendo como referente la teoría de las inteligencias múltiples de H. Gardner este método atiende a distintas estrategias de aprendizaje, desarrollando formas de pensamiento racionales, intuitivas y creativas. La creatividad  induce acciones participativas del grupo construyendo significados a partir de los saberes y conocimientos personales que plantea retos al grupo y desarrolla sus potencialidades. Aborda el trabajo artistico desde lo colectivo.

Con este método interdisplinar tanto en los objetivos como en los contenidos  se incorporan a lo largo de todo el proceso de aprendizaje la transversalización de valores de sensibilización, concienciación y participación social, fundamentales para actuar de forma integrada en el análisis de la realidad (de lo local a lo global) creando espacios de reflexión y acción en pro de desplegar acciones colectivas que promuevan la transformación y el cambio social.  De este modo conoceremos las problemáticas sociales y diversos contextos de intervención social.

referencia: JOSE MARIA PARREÑO. "Un arte descontento". Arte, compromiso y crítica cultural en el cambio de siglo. 2006